jueves, 11 de noviembre de 2010

Sueña
y nunca reduzcas a sueños tu despertar.

domingo, 16 de mayo de 2010

Aquello (o de cómo no retener arena en un puño)

Como en un viaje de tres días, en el que el segundo es ya el penúltimo. Así habitaba en la vida ese tal… Seguro de hallar aquello que tanto aguardaba, pronto, muy pronto. Lástima que estuviese igualmente seguro de que cuando se le revelara aquello, como de forma inevitable habría de suceder, sería tan tarde, demasiado tarde.
Ocurriría como de costumbre, tendría el tiempo necesario para alcanzar a imaginar, siquiera a rozar, el fortunio de su hallazgo; y el tiempo suficiente para empaparse de la prematura melancolía al comprender que más tiempo, y conocerlo más a fondo, hubiese sido todo un triunfo.
Ahora venía a su mente lo curiosa que siempre le resultó la diferencia entre el tiempo en espera y el tiempo en acción; pues si bien había un gran abismo entre ellos, estaba acostumbrado a cruzarlo de un salto, ahora con apenas esfuerzo, y se deleitaba en el acto de algo conocido y perfeccionado, aún sin entender nunca por completo.
Ya le había sucedido otras veces, la espera que se torna consciente sin previo aviso, y aumenta conforme se aproxima el ansiado lapso. Inútil intentar eludirlo, en vano pensar en renunciar a él; pues este tal lo prefería así, puro y ácido, o amargo, pero nunca dulce o salado, por ser el gusto más empalagoso o vulgar, y enmascarar o perdurar menos en su memoria, en su paladar. Esa atracción que lo obligaba a desear eternizar aquello, pero esa consciencia que bien aprendido tenía ya que lo mejor era resignación y carpe diem. Al fin y al cabo ya era todo un experto, aunque jamás recordó haber estado conforme con su actuación, quizás una circunstancia más, liviana característica de tales encuentros y desencantos.
Sin embargo, todos aquellos anteriores se le aparecían ahora como meros preludios, aún sin quitarles un ápice de importancia, como sin duda se merecían, teniendo en cuenta que siempre habían llegado como solución a una etapa y enigma de la siguiente. De hecho, últimamente su tiempo permanecía en espera, inmutable. De esta manera prefería renunciar a aquellas ocasiones en que trasvasarse a la acción, y permanecía en las aguas calmas, salpicando de cuando en cuando. Eso sí, con una opresión en su ser, en su disposición, que con cada experiencia logró apaciguar, pero que nunca consiguió burlar por completo. Como aquel infeliz a la deriva, que si bien vislumbraba la playa y ya tocaba el fondo, mas en vez de erguirse sobre sus pies y seguir los pasos rasos de su alma camino de su casa, aún por conocer; renunciaba a cualquier intento de antemano, pues ya entonces se sabía fracasado, y el tocar fondo no era más que una evidencia. Así, se dejaba arrastrar impávido por la marea, hacia un profundo y oscuro océano, donde el gélido frío punzante pronto se transformaría en una cálida envoltura, de la que jamás escaparía. Mientras, sus brillantes pupilas se posaban en las de su alma, amante en espera, que aunque decepcionada observaba desde la arena, comprensible, apenada, la invariable trayectoria del que la rechazó; un instante antes de darse la vuelta y proseguir su marcha.

Esa noche tocaba salado, y la luna y las estrellas estaban ya sentadas a la mesa, dispuestas para el banquete.

viernes, 7 de mayo de 2010

Antigua receta de tortilla.

En primer lugar has de hacerte con un terreno adecuado para Septiembre. No ha de ser demasiado grande (no olvidemos que estamos hablando de unos ocho comensales), pero para dicho mes debe estar ya limpio y arado. Es entonces época de siembra. Es aconsejable utilizar una buena semilla, pues al final es más rentable, y no vamos a andar escatimando en calidad desde el principio. Si el año es bueno, llueve lo suficiente y las plagas se comportan con cortesía, para marzo estarás admirando unas hermosas espigas. Tras la siega, se hace necesaria una limpieza y selección, quedándonos únicamente con los granos de trigo con mejores características. Es ahora cuando estamos en condiciones de realizar la molienda, para ello existen las más diversas técnicas y herramientas, aunque abundando los molinos por estas tierras, parece lógico que intentes ganarte el favor de alguno de sus operarios. El trigo molido precisa de reposo para dar lugar a una buena harina, le daremos un mes aproximadamente. No te preocupes porque ese tiempo lo aprovecharemos para otros menesteres.

Por otro lado es importante que consigas levadura, puedes cultivarla tu mismo, pero es más recomendable adquirirla de alguna otra manera (el cómo es ya cuestión de gustos y estómago). Agua y sal se da por hecho que tienes acceso a ella, y en cualquier caso no es motivo de esta receta dar las claves para el autoabastecimiento. En fin, tras mezclar los ingredientes en una proporción que no viene al caso, has de amasar el producto obtenido hasta darle consistencia y forma. Es ahora cuando entran en juego los recursos, es imprescindible que localices un buen horno de leña, en los pueblos medianos suele haber al menos uno. Al igual que en el caso de los molinos, es probable que te permitan hacer uso de él mediante algún trueque. Finalmente, tras el tiempo de cocción idóneo, tendrás entre tus manos un crujiente y a la vez tierno pan, que no es tortilla pero la acompaña muy bien.

En cuanto a la tortilla, antes de nada tendrás que procurarte de bastantes huevos. Para ello tienes varias opciones, la más directa es obtenerlos en una granja, corral o similar (también puedes intentar cambiarlos por un poco de tu harina), aunque también puedes comprar una gallina ponedera y no comértela (al menos hasta que haya puesto una docena aproximadamente). En cualquier caso insisto en que deberías conseguir huevos, porque la tortilla sin ellos queda muy mal. Tras conseguir éstos, los cascas y extraes el rico y nutritivo jugo de su interior, y lo bates (a estas alturas ya deberías saber lo que significa batir). Ahora necesitas algún instrumento a modo de sartén y un poco de aceite de oliva (en otra ocasión diremos como elaborar uno bueno). Una vez al fuego, es cuestión de que se haga bien pero quede jugosa. Este punto sólo se consigue con la experiencia, y por consiguiente en las familias más cercanas a los siete reyes, entre los que se encuentran los afortunados cocineros de palacio.

En ocasiones surgen dificultades a la hora de obtener algún ingrediente o en el acceso a alguna instalación, en ese caso, si eres mujer o tienes esposa, puede que el señor del pueblo, muy amablemente, se ofrezca a ayudarte...pero esa es otra receta, y no puedo asegurarte qué sabor de boca te dejará.

Si has conseguido hacer la tortilla, y lo has hecho siguiendo los pasos aquí descritos, cuando la pruebes... talvez te sepa a poco, pero la devorarás. Pero si lo que buscabas era tortilla de patatas…ah amigo, eso ya es otra historia.


También es cierto, y no quiero yo engañar a nadie, que por suerte y por desgracia, hoy, sólo para algunos, existen otras recetas más sencillas y accesibles.

jueves, 29 de abril de 2010

CUANDO HAYAS LEIDO ESTO

Cuando hayas leído esto habrás perdido un precioso tiempo que podrías haber aprovechado para leer algo verdaderamente interesante. También podrías haber dedicado ese tiempo a pasear, a charlar o a vivir conscientemente. Te podrías haber permitido un pequeño lujo de descanso, algún pecado ocioso, no hacer nada, para luego retomar el trabajo con mejor humor. Quizás podrías haber preparado la comida o la cena. Haberte duchado para no llegar tarde, como siempre, a la cita con los bares y con esas personas con las que acostumbras a visitarlos. Irte quitando las legañas, que ya son las doce y media. Ordenar la casa, no digo ya limpiar. También trabajar un poco, por qué no. Recoger el paquete del cual te llegó el certificado hace ya semana y media. Hacer un poquito de ejercicio, aunque sólo te quedes en algunos estiramientos, pero hacerlos de pie. Escribir algo de eso que guardas en tu memoria, a algunos nos pasa, a mí poco. Retomar la pintura que tanto te dio cuando se lo pediste. Aprender a tocar un instrumento. Recordar antiguas relaciones, aunque esto no suele ser muy recomendable. Podías haberle hecho el desayuno a tu novia, y llevárselo a la cama, que una vez en la vida es perdonable. Podías haber estado simplemente junto a ti, y escucharte, y perder el tiempo en intentar comprenderte. Podías haber tendido la ropa, o recogerla, plancharla no, para qué. Podías haber fregado los platos, regado las macetas, arreglado la cisterna, descambiado el tdt. También podías haber hecho algo productivo, o algo propio de gente madura y en su sitio, o haberte comportado como un niñato. Podías haber ahuyentado las moscas, que ya son un rebaño entero, aunque también es verdad que así es más fácil guiarlas hasta la ventana. Podías haberte regocijado en tu desdicha, abusado desde la autocompasión de tu destino de mártir, haber cargado una vez más con el trágico yugo de la vida. Podías haberte deleitado con tu imagen frente al espejo, disfrutado del orgullo de merecerlo más que nadie, pobres mortales, ellos aún no han descubierto el secreto, saberte reconocido vencedor en las comparaciones, y esa elegancia que demuestras al no decirlo... Pero no, las circunstancias y tú, a partes iguales, habéis dirigido tus pasos hasta aquí, y mi pequeña e intimidada faceta exhibicionista esboza una sonrisa amenazadora, consciente de haber tenido algo que ver en ello.